En estas fechas, las grandes urbes muestran un dinamismo muy particular. Calles atestadas de gente, comercios abiertos, bullicio. Gentío con prisa, que combate las bajas temperaturas con espejismos de luces y promesas de felicidad inmediata, envueltas en consumo innecesario. Pequeños placeres: sentir el calor de la taza de chocolate humeante, una pausa en ese café de la esquina.
Este fin de semana, mucho frio en Madrid. Sábado gris y plomizo; de repente, metamorfosis en cadencia de blancos. Comienza a nevar ; la gente detiene su ajetreo para mirar al cielo. Lento balanceo de copos tiñen la tonalidad del cielo. Alargas la palma de la mano, sientes esa suavidad gélida y delicada que se desvanece de inmediato para renovarse en el siguiente copo. Bastan unos minutos, para traer la sorprendente fuerza transformadora de la naturaleza a tejados y asfalto.
Un momento suspendido en el tiempo.
Pensé en una hermosa canción que recuerda un instante así. Habla por si misma.
Breve tiempo de cadencias varias, cálidas, a pesar del frio.
Yo por ti seré pintura rupestre
Hace 1 día
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