Bitácora sincopada. Una habitación llena de pensamientos y momentos.

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Valencia, Vanuatu
Situación: 39º28´20.85¨N/ 0º23´.01.69¨O Lo que me apetece decir, ya lo expreso aquí, a ratos. A tiras, de un tirón, a trompicones, con inspiración diletante. Partes de mí, de las muchas, antes de que se deslicen entre mis dedos, como esa espuma.....guiño a B. Vian.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Libertad.

Para quienes somos de una época-  no diré generación, porque hablo de una edad comprendida entre los 35 y los 45- hay un regalo mágico: la primera bicicleta. Recuerdo la mía; una tarde cualquiera en la que llamaron a la puerta y...ahí estaba. Una Orbea roja, preciosa, con los guardabarros cromados y sus ruedas de apoyo. No creo que dijese mucho, de tanta excitación. Sé que me subí en ella y choqué con la mesa del comedor, lanzando por los aires el jarrón, agua, flores. Pero no hubo recriminación; sólo risas y alegría compartida.
Lejos del valor material, la bicicleta era verano, libertad, amigos, correrías varias y todo un mundo por descubrir. Con sus pertinentes moratones y heridas de caídas varias.
En la adolescencia, apareció otro vehículo....en la escala razonable de crecimiento. La motocicleta, velomotor o cómo se quiera llamar. Crecí en contacto con el taller de motos propiedad de mi abuelo. El olor a grasa, lubricante, serrín...es un olor que me lleva a la infancia. A tardes agazapada en las escaleras, esperando el momento de una reparación finalizada y su prueba. Siempre me ofrecía de digna copiloto; devota y entregada en esa sensación de sentir el aire en mi cara; la velocidad impactante de los 30 ó 40 km por hora -trucajes aparte-. Quisé la moto, que nunca llegó...porque era peligroso.
Con el tiempo y otros vehículos aprendes que el peligro es algo asexuado. Una cuestión de la propia cabeza, esa que tienes sin llevar casco.
Hablo de estas cosas y recuerdo ese vespino. En la "clandestinidad", yo usaba el de mi prima, un precioso SC color verde oliva...- mientras ella se dedicaba a "festear" con el que llegaría a ser su su marido-.
Las cosas han cambiado y no veo esa sensación de entusiasmo frente a este tipo de regalos....todo lo que podrían simbolizar. Pero, hubo un tiempo que fueron esas dos ruedas -con o sin motor....- todo un emblema de muchas cosas añadidas...pendientes de ser vividas.
Hoy, recupero esa idea. Mi ciclomotor lleva un depósito añadido; porque sé que el viaje será largo. Necesitaré repostar. Hacer mis pausas, disfrutar el paisaje. 
Saramago cita un proverbio árabe en su última novela: "Siempre llegamos ahí, donde nos esperan".
Quiero llegar, aunque me cueste.
Parte del placer, está en el propio viaje.



http://www.vespinos.net/

7 comentarios:

Eloísa Vela Mantilla dijo...

Que linda forma tiene usted de narrar las cosas.

Yo nunca aprendí a andar en bicicleta. Me heredaron una alguna vez (cuando las dos rueditas de apoyo dejaron de servirle y la adolescencia hizo que sus rodillas chocaran con el manubrio) pero nunca la manejé.

Las motos me encantan. La sensación de sentir el aire, de volar, es única. Soy la copiloto obligada de mis primos y su moto. Alguna vez intenté aprender a montar... terminé -sin mayores daños- contra un andén. No saber montar bicicleta es un gran inconveniente para manejar moto.

Bienvenida a mi blog y gracias por comentar, ojala regrese... yo me pasearé por aquí de vez en cuando.

Saludos,
Luna.

Anónimo dijo...

También recuerdo mi primera bici. Mi madre, miedosa por naturaleza, de niña nunca me dejo tener una, por precaución. Pero a los 13 años me desmelene y me compraron una. No sabia utilizarla, pero como soy un poco terca, a la mañana siguiente me levante al amanecer y me fui sola a un lugar llano y “seguro”. Esa mañana podía montar en bici. Era blanca, BH. Creo que la primera sensación al empezar a rodar fue de libertad. Ese viento en la cara.....Golpes todos. Pero que feliz fui aquel verano.

Ahora tengo en casa dos estáticas (que uso) y una de las de verdad, de las del viento en la cara.

Un abrazo

S.C.

Ico dijo...

Y parangonando a Pessoa " al final los que no escriben cartas de amor son los únicos ridículos" bonitos recuerdo... a dónde vas tan lejos?

Charm dijo...

Pues...como diría Piazzola: "Vuelvo al Sur, como se vuelve siempre al amor".
Cosas de mi Imaginación y sus viajes.
Hermoso lo de Pessoa.

Gracias por compartir vuestras vivencias. )

muchacha en la ventana dijo...

Preciosos recuerdos, estas cosas son las que nos han formado y nos diferencian tantísimo de las generaciones posteriores.

aquí estoy asomada a tu blog: y me ha encantao la visita¡¡¡

un abrazo

Dori dijo...

Mañana de reyes, cristales empañados, mucho frío fuera... llego al lugar del aterrizaje (la cocina), restos de tierra (serán las pezuñas, me digo), cubo de agua a la mitad (pues sí que beben los camellos...), envoltorios de bombones sobre la mesa y copas de licor medio vacías...
Miro a la izquierda y...
¡Dios!...¡Es enorme y verde! ¡Manillar y radios relucientes! ¡Tiene hasta un acople para llevar cosas detrás!

Ahora ya sé por qué me siento tan feliz cada vez que subo en moto, el aire en la cara me recuerda lo que sentí aquel frío 6 de enero

Gracias, un placer leerte, te seguiré.

Blau dijo...

Mi bicicleta era roja, creo recordar que la herede de mi hermana. Un día ella y yo, paseando con nuestro padre, le pusimos teipe de colores en el rin...uuufff más de 30 años de este recuerdo. Gracias.

Espumas que han llegado.