Bitácora sincopada. Una habitación llena de pensamientos y momentos.

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Valencia, Vanuatu
Situación: 39º28´20.85¨N/ 0º23´.01.69¨O Lo que me apetece decir, ya lo expreso aquí, a ratos. A tiras, de un tirón, a trompicones, con inspiración diletante. Partes de mí, de las muchas, antes de que se deslicen entre mis dedos, como esa espuma.....guiño a B. Vian.

sábado, 23 de mayo de 2009

La felicidad clandestina.


"Me gusta cuando lees, porque estás ausente, en otras vidas o paisajes....". Viajas a mi lado; a saber dónde estás, desconocida cercana.
Existe una fisonomía del lector. Absorto, en ocasiones tan poseido, que todo su alrededor desparece y le resulta ajeno.
Me gusta observar el lenguaje corporal de la persona que lee. Esa suerte de abandono concentrado.
Observo a los lectores: en el metro, en las terrazas de los cafés, en toda clase de esperas acompañadas por un libro. Si el rictus se revela muy etéreo, me esfuerzo por averiguar qué lo provoca. A la caza del título. Con disimulo.
Me gusta conservar fotografías de las personas que quiero, en esos estados en trance. Pilladas en su "ausencia", en su felicidad clandestina. Tan ajenas a mí, que no me canso de mirarlas.
Cuando comencé esta bitácora, pensé en esos posibles lectores anónimos. Y me retraté en ese estado.
Tengo una fotográfía favorita. De mala calidad, con revelado de aficionado. Es mi padre, una tarde de verano, cuando todavía yo no era ni un pensamiento. La imagen tiene vocación pictórica, por su composición. El cuerpo, en difícil equilibrio sobre la silla. La mano indolente, reposa. La aventura transcurre en otras latitudes.
Pienso en esas palabras de Clarice Lispector, sobre los placeres demorados del leer:

"Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde, lo abrí, leía algunas líneas maravillosas. Lo cerré de nuevo, me fuí a pasear por la casa. Lo postergué aún más yendo a comer un pan con mantequilla. Fingí no saber dónde había guardado el libro. Lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos para esa cosa clandestina que era la felicidad..."
Relato: La felicidad clandestina.

Dejo paladear la cita y recomiendo un libro sobre nuestra historia. La de todos los que somos capaces de encontrar esa felicidad.

Alberto Manguel; Una historia de la lectura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cita perfecta. Me gusta Clarice y tu texto.
También ojeo libros ajenos.

Espumas que han llegado.