Este fin de semana ha sido bonito. Muy bonito. Sé que el adjetivo parece pobre y poco expresivo, pero...tiene una sencillez y una plenitud que me gustan. Se aleja de lo complicado y se acerca a lo vivido. Lo ha marcado la improvisación, la alegría de compartir y estar juntos.
Se supone que iba a pasar una jornada de playa en Moncófar. Y acabé en Teruel. Playa y montaña, podría decirse.
Risas - muchas-, juegos, disfrutar del sol -lástima que el viento nos trajese frio- dar cuenta de una buena comida, la charla nocturna aderezada con un buen malta de 12 años. El desayuno eterno y tardío, sin prisas. Bailar en pijama.
Me gustó que no me dejaraís marchar. Incluso que mi pequeño nuevo amigo, me lo pidiese en varias ocasiones - a pesar de saber que la novedad es atractiva, hay que ganarse esa simpatía-.
Me gustó que disfrutásemos de lo que había, sin más. Aunque creo que eso lo hacemos cada vez que nos vemos.
La fotografía es sencilla y de móvil. Pero recoge nuestras sombras - falta el pequeño- y algunos de los objetos que nos acompañaron: las palas, la petanca, nuestras estrategías contra el fresco.
Gracias.
Espero que repitamos, será grato y nunca igual.
Os quiero.
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