Es domingo, temprano. Hace un frío que intento ignorar y estoy rodeada de un caos de cajas, importante. Hoy me mudo, de la que ha sido mi casa en los últimos cinco años.
Se acaba una etapa y empieza otra que espero, sea diferente y buena.
Miro a mi alrededor y no entiendo de dónde salen tantas cosas. ¡Si tenía un espíritu de lo más Zen...!
En fín...tenemos demasiado.
Vivo en un sexto sin ascensor; así que, cuando venga el equipo de amigas voluntarias para la acción del traslado...me van a odiar. Mucho.
Aquí llegué con una mochila y el corazón roto. Y me quedé gracias a Alberto.
Hemos vivido muchas cosas, la mayoría positivas y divertidas.
Me marcho con buen sabor de boca y sé que podré volver y asomarme a este espacio.
Miro y miro. Dos esquinas favoritas: la del sofá junto al equipo de música, y la del estudio, cerca de esa ventana por donde tantas veces me he asomado.
A todos los que habeís disfrutado este lugar conmigo, gracias.